8 DE MARZO: DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Desnaturalizar y visibilizar la violencia contra las mujeres

Florencia Abbate, una de las organizadoras del #NiUnaMenos, plantea rechazar un fenómeno históricamente legitimado por una cultura machista


 

El 3 de junio del año pasado una convocatoria lanzada a través de las la redes sociales, como reacción a una serie de femicidos, bajo la consigna “#NiUnaMenos” movilizó alrededor 400 mil personas en 100 localidades de la Argentina. Florencia Abbate, investigadora asistente del CONICET en el Instituto de Literatura Argentina Ricardo Rojas y parte del grupo original de veinte mujeres que organizó la convocatoria, plantea que aquella movilización sirvió para dar visibilidad a reclamos que el movimiento de mujeres venía sosteniendo hace años y considera que si tuvo tanta repercusión fue porque había un malestar previo que estaba esperando para manifestarse.

 

¿Cómo surgió la experiencia del #NiUnaMenos?

A decir verdad, de un modo bastante azaroso. Veníamos de una seguidilla de femicidios, presentados por los medios de un modo que dejaba mucho que desear, y creo que había indignación en el aire. El 11 de mayo, cuando aparece enterrado en el patio de la casa de su novio el cadáver de Chiara Páez, una chica de 14 años, embarazada, al parecer asesinada con la complicidad de la familia de él, fue como esas gotas que rebalsan el vaso. Marcela Ojeda, una periodista de Radio Continental, echó a correr un tuit que decía “¿No vamos a levantar la voz? Nos están matando”, y un grupo de mujeres periodistas, que se nuclearon espontáneamente en Twitter, convocaron a una marcha en la Plaza Congreso para el 3 de junio y se contactaron con nosotras, un colectivo de intelectuales, escritoras y periodistas que en marzo habíamos organizado en la Biblioteca Nacional una actividad abierta junto con familiares de víctimas, contra los femicidios y la trata, titulada “Ni Una Menos”. A partir de ahí, trabajamos en colaboración para difundir la propuesta y darle contenidos; lo hicimos fundamentalmente a través de las redes sociales y de los medios masivos. Fue una forma espontánea de activismo y trabajo de articulación entre unas veinte mujeres que ya nos sentíamos comprometidas con la causa.

 

¿Considera que la convocatoria del 3 de junio del año pasado representó un punto bisagra en cuanto a la toma de conciencia de la sociedad argentina respecto a los femicidios y a la violencia contra las mujeres?

En primer lugar, creo que contribuyó a visibilizar reclamos que sostiene desde hace años el movimiento de mujeres en Argentina. En segundo lugar, me parece que implicó un paso adelante en la complicada tarea de desnaturalizar la violencia machista en la vida cotidiana, lo que es muy importante porque se trata de una causa que necesita el consenso de las grandes mayorías. Eso fue precisamente lo más impresionante de la dimensión que cobró la convocatoria, nosotras no esperábamos que se replicara en más de 100 localidades del país, ni que se movilizaran alrededor de 400 mil personas en toda la Argentina. Me parece que si la repercusión fue tan grande es porque había un malestar latente que estaba esperando la ocasión para expresarse.

Por otra parte, quisiera destacar otros elementos del 3 de junio inéditos en la historia de las marchas por esta causa en nuestro país: la presencia de hombres de todas las edades y la de víctimas de violencia de género, que se animaron a salir a la calle a reclamar y defender sus derechos, incluso exhibiendo sus cicatrices o carteles que decían, por ejemplo, “Mi hija y yo fuimos víctimas”. Esto fue conmovedor, porque uno de los problemas que genera el círculo de la violencia machista en la intimidad es el aislamiento, y eso es lo primero que las mujeres tienen que romper para dejar de ser víctimas y recuperar su independencia, pero hacerlo es dificilísimo. En ese sentido, el 3 de junio fue un día clave porque toda una sociedad les dijo que no estaban solas.

 

¿Qué es la violencia machista?

La violencia machista es un problema social y político que históricamente se legitimó y consideró natural a partir de conceptualizar a las mujeres como inferiores al varón y como propiedad de los mismos. Esta violencia puede ser física, sexual o psicológica, como la humillación, las amenazas, el control, los celos patológicos o la desaprobación continua. Según un documento de la Naciones Unidas, una de cada tres mujeres padeció maltrato, acoso, abuso, violación o cualquier otra manifestación de estas violencias. De acuerdo al mismo documento, las mujeres de entre 15 y 44 años tienen más riesgo de ser violadas o sufrir violencia doméstica que de padecer cáncer, contraer malaria o tener un accidente de tránsito. Por supuesto, la violencia machista no se restringe al ámbito conyugal, se manifiesta también en los ámbitos laborales o en el trato que a menudo reciben las mujeres por parte de las instituciones, como por ejemplo, cuando acuden a la policía a denunciar una agresión, eso es violencia institucional.

 

¿De qué otras formas menos perceptibles se manifiesta la violencia contra las mujeres, cotidianamente, en la Argentina?

La violencia machista atraviesa y penetra todos los niveles de la sociedad, empezando por los modos de educación y socialización de las niñas y niños, hasta llegar a los discursos que circulan en los medios de comunicación y que tienen un rol importante en la construcción de sentidos sociales acerca de las mujeres. Por ejemplo, cuando una chica aparece asesinada y un periodista se detiene en la cuestión de cómo estaba vestida, sin dudas está contribuyendo a reproducir esta violencia. Podría dar decenas de ejemplos más, pero no quisiera extenderme en eso. Diría más bien que la cultura realizó históricamente una tarea muy fina de desvalorización de las mujeres, haciéndonos sentir que nuestra función en el mundo era estar al servicio de los demás, de los hijos, de la pareja y no de nuestros propios deseos. Históricamente el cónyuge era una especie de patrón; y ahora que los tiempos cambiaron y cada vez son más las mujeres que no se conforman con esa idea respecto al sentido de sus vidas, parece haber una fuerte reacción de quienes no están preparados para perder sus privilegios y descubrir la libertad de vivir en una cultura más igualitaria. La libertad da miedo. En la Argentina, cada día muere una mujer a causa de la violencia machista, y el mayor porcentaje de los casos corresponde a mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas, que no pueden aceptar que la mujer se plante y les diga “No”.

 

¿Considera que existe algo así como una cultura machista que legitima esta violencia?

Por supuesto, para darte un ejemplo, Susan Brownmiller, una investigadora feminista, demostró cómo el miedo a la violación condiciona el comportamiento cotidiano de todas las mujeres. Frente a ello, los discursos sociales sólo tienden a aconsejar a las mujeres sobre cómo actuar para prevenirlo, como no andar solas de noche, no hablar con extraños o no vestirse de tal y cual manera. Pero nadie se pregunta por qué existen tantos violadores ni cuáles son las respuestas judiciales y de la opinión pública, que a menudo tienden a culpabilizar a las víctimas. Muchas veces esas sentencias fueron dictadas por mujeres; lo destaco porque esa cultura machista que legitima la violencia está arraigada por igual en hombres y mujeres.

 

¿Qué significación cree que debería dársele a la celebración del día de la mujer

No creo que sea necesario tratar de imponer una única significación, lo mejor de las conmemoraciones es que pueden adquirir múltiples sentidos; pero como el 8 de marzo es una fecha ligada históricamente a huelgas y protestas de mujeres trabajadoras, las garment workers(trabajadoras de la confección) de Nueva York en 1908 y las mujeres rusas que pedían “pan y paz” en 1917, pienso que resulta pertinente darle un sentido político, de compromiso de lucha por un mundo menos violento y más igualitario.

 

Florencia Abbate es investigadora asistente del CONICET en el Instituto Ricardo Rojas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y su proyecto de investigación se centra actualmente en la obra de Libertad Demitrópulos. Es licenciada en Letras por la UBA y Doctora en Filosofía y Letras por la misma institución. Además, ha publicado varios ensayos, libros de cuentos, poemas y dos novelas, El grito (2004) y Magic Resort (2007).

Por Miguel Faigón