#NIUNAMENOS

#NiUnaMenos: convocatoria contra la muerte de las mujeres por el hecho de ser mujeres

Valeria F. Hasan, investigadora adjunta del CONICET.


Por Valeria F. Hasan*

El 3 de junio será recordado como una fecha emblemática. Y es que este año los femicidios en Argentina han sido noticia no solamente para la sección policiales. En marzo la Casa del Encuentro, la voz autorizada para relevar y difundir las muertes de mujeres por femicidio en el país, dio a conocer los datos de 2014 a partir de una muestra de 120 diarios de distribución nacional y/o provincial y de las agencias informativas Telam y DyN. Según esos datos el año pasado se registraron 277 casos. El 80% de las víctimas tenía un vínculo conocido con el agresor; específicamente un 22% de ellos eran ex-esposos, ex-parejas, ex-novios y un 34% eran esposos, parejas y novios. El año pasado, 330 personas perdieron a su madre por femicidio.

Desde marzo hasta hoy no han dejado de producirse muertes de mujeres y adolescentes en nuestro país. Por este motivo personalidades de diferentes sectores y familiares de víctimas de violencia de género convocaron a una concentración en repudio a los femicidios en diferentes puntos del país para el 3 de junio. La convocatoria inicial bajo el lema #NiUnaMenos fue para el Congreso de la Nación y luego se sucedieron en cascada Mendoza, Córdoba, Rosario, Bahía Blanca, Tucumán, Salta, Neuquén, Paraná, Mar del Plata, Río Negro, Tandil, Río Grande, San Luis, La Rioja, Jujuy, La Pampa, entre otros lugares, grandes y pequeños, que tendrán su acto.

La idea de la manifestación surgió tras el femicidio de Chiara Páez, la adolescente embarazada en Rufino, Santa Fe, cuyo cuerpo fue hallado el domingo 10 de mayo enterrado en la casa de su novio, y el de Gabriela Parra, la abogada asesinada por su ex-pareja en una confitería de Caballito, a principios de mayo.

Una de las preguntas recurrentes es, precisamente, ¿qué indica que el número crezca? ¿Qué significa que los escenarios varíen, se multipliquen, cambien, se trasladen? El espacio privado no protege, tampoco el espacio compartido con otras personas (como un bar). Estaríamos ante una nueva composición de la relación entre lo visible y lo invisible en tanto público. María Pía López, socióloga de la UBA, señala que como ocurre con los asesinatos de ciertos grupos terroristas o como la punición del poder monárquico, estos asesinatos funcionan en tanto producen una lógica de expectación. En otras palabras, construyen una escena para ser vista. Según explica López, la ejecución se presume como castigo legítimo, por eso el verdugo la muestra.

El femicida construye una escena que puede pensarse como pedagógica: mata delante de otros en un acto de violencia machista dejando una enseñanza: las mujeres debemos volver a un cierto orden establecido por el sistema patriarcal del que nos hemos desviado. Queda claro así que no es un crimen pasional en medio de un desborde nervioso ni un acto de entrega amorosa. Lo que se castiga es la autonomía, las libertades, el des/orden, la desobediencia, por parte de las mujeres, a lo establecido. Ante el desvío, deben ser puestas en regla a través de la muerte o la violación o ambas represalias.

La antropóloga argentina, Rita Segato, en Las estructuras elementales de la violencia, define al femicidio como un “castigo o una venganza contra una mujer que salió de su lugar, de su posición de subordinada”. Se trata de una pedagogía inscripta en los cuerpos de las mujeres violentadas, donde no solo el castigo es ejemplar sino que lo que se transmite también es una corriente entre asesinos, un modelo o patrón del cómo se hace. Lo que se penaliza, lo que debe cortarse de cuajo y el mensaje es para todas. No solo para la víctima. Se trata de algo estructural a nuestras sociedades patriarcales, no algo del orden privado, ni íntimo. Su carácter social y generalizado muestra que es un problema político y social que requiere prevención y políticas públicas por parte del Estado.

En este orden, la visibilidad mediática resulta una bisagra entre dos filos. Si bien por un lado los medios deben informar acerca de las muertes de mujeres; por otro sirven de salón de ejecución para los victimarios. Así, el modo en que el sistema discursivo y de representaciones construye y difunde cada caso se ocupa menos de las víctimas que de publicitar los efectos del crimen, multiplicando muchas veces recetas, códigos e instrumentos. Magnificando y reproduciendo al fin de cuentas el mandato patriarcal de sujeción para las mujeres.

 

*Valeria F. Hasan es doctora en Ciencias Sociales con mención en Comunicación, Mgter. en Ciencia Política y Sociología, especialista en Género y Políticas Públicas. Investigadora adjunta del CONICET en el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA-CONICET), docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo y miembro de la Red PAR (Periodistas de Argentina en Red por una comunicación no sexista).